sábado, 22 de octubre de 2016


Buenas noches a tod@s. Es hora de recorrer el tortuoso pasillo hacia mis aposentos. Voy caminando entre los crujidos de madera en cada pisada sobre el suelo de este viejo caserón, sorteando sombras cimbreantes que bailan proyectadas sobre la pared al paso de la luz del candil, hasta llegar al umbral del dormitorio.

Recostado en la cama frente a la chimenea encendida y sin quitarme la bata de seda con el escudo familiar de rancio abolengo, bordado sobre la pechera con hilos de oro, me espera la lectura de alguno de mis clásicos favoritos, Lovecraft, Poe o Kafka, mientras apuro la ultima copa del día, de un licor mas añejo y polvoriento que el libro que sujeto entre mis manos.

Mi vista cansada se ve vencida por la mortecina luz de la vela y un ambiente cargado con la humeante pipa que reposa sobre la mesilla esperando que una nueva calada, reavive su brasa. Detengo la lectura para observar las hipnoticas gotas de lluvia sobre el cristal y la imagen del cuervo al otro lado de la ventana, que posado en la rama de ese oscuro árbol, fuera en la calle, cruza su mirada inquisitiva con la mía, atento a cada uno de mis movimientos, mientras en mi cabeza resuena lúgubre una voz desagradable y odiosa, que repite incesantemente como un terrible vaticinio, “NUNCA MAS”. Hora de dormir. Que descanséis, Gabón.

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